No, gracias

La primera vuelta se cierra con otra casi-alegría, pero con otra derrota al fin y al cabo. De nuevo, los sentimientos cruzados al escuchar el silbato final. Casi. Casi 5 victorias, que han sido 5 derrotas y, eso sí, 5 puntos bonus. Es cuando menos curioso, y sin ánimo alguno de meterme a bucear en clasificaciones de otros grupos y otras Ligas, me animo a decir único.

Es evidente que muy poco le falta a este equipo cuando cualquiera que sea el que se ha llevado los 4 puntos, en casa o fuera, lo ha hecho por tan exigua diferencia. Este partido, a diferencia del de la jornada anterior en Cáceres, venía precedido de una sensación de inferioridad inducida por el historial reciente de ambos equipos y su clasificación en la tabla. Al margen de lo que esto nos pueda haber influido, me parece, por esta vez, mucho más interesante mirar hacia adentro e intentar discernir aquello que nos está cohibiendo a la hora de terminar de explotar ofensivamente, a la hora de ganar partidos, a la hora de liberar absurdas tensiones.

Tanto en Cáceres como en el día de hoy frente a Hercesa se evidencian problemas serios en el saque de lateral, del que cuelga buena parte de nuestro esquema ofensivo. Hoy no ha sido un buen día en melée además. Aun así, lo más preocupante sigue siendo que en el 90% de rucks involucramos 6/7 delanteros, y eso anula completamente el esquema de ataque que queremos seguir. Hace que nuestro juego pase a ser lento cual pase de Umbral, elimina toda sorpresa ofensiva. Es hora de decidir si el sencillo pero exigente esquema de juego que hemos planteado es algo que estos jugadores puedan llevar a cabo o no, porque tras 7 partidos de Liga, lo cierto es que no sale ni dos veces por partido. Lo fácil es criticar a los tres cuartos, pero el problema comienza delante. Mi consejo a los entrenadores: no atarse a una idea de juego que, podrá ser muy buena, muy moderna y muy lógica, pero que está siendo tan eficaz como las medidas de creación de empleo del Gobierno...

Me viene a la cabeza una reciente conversación, no sé si en una tertulia o en una barra de bar con un gran entrenador, uno de los que más me ha hecho ver en mi vida de rugby, en la que preguntaba:

- ¿Cuál es el trabajo del entrenador?

Algunos hablaban de esquemas de juego o planificación del trabajo y demás. Yo lo tenía muy claro y coincidía con él:

- El trabajo del entrenador es maximizar el retorno de sus jugadores, optimizar su rendimiento por encima de cualquier otra consideración.

El esquema de juego puede ser todo lo bueno que se quiera, pero el trabajo del entrenador debe ser conseguir que sus jugadores expriman todo lo que tienen para ofrecer el mejor retorno colectivo. Se me antoja que algunas cosas, y no es sólo la obsesión por el esquema de juego, han de cambiar para que este equipo empiece a dar un rendimiento mejor de lo que ha hecho en esta primera vuelta y comencemos a ganar partidos.

Para empezar, y aun a riesgo de convertir el post en algo mucho más extenso de lo que acostumbro, me voy a dar el lujazo de citar a Edmond Rostand en uno de los pasajes de Cyrano de Bergerac que me parece más adecuado para resaltar el concepto de romper cabos, liberar ataduras, soltar amarras, iniciar la carrera de despegue sin miedo a que se acabe la pista:

¿Y qué tengo que hacer?
¿Buscarme un valedor poderoso, un buen amo, y al igual que la hiedra, que se enrosca en un ramo buscando en casa ajena protección y refuerzo, trepar con artimañas, en vez de con esfuerzo?
No, gracias.
¿Ser esclavo, como tantos lo son, de algún hombre importante? ¿Servirle de bufón con la vil pretensión de que algún verso mío dibuje una sonrisa en su rostro sombrío?
No, gracias.
¿O tragarme cada mañana un sapo, llevar el pecho hundido, la ropa hecha un harapo de tanto arrodillarme con aire servicial?
¿Sobrevivir a expensas de mi espina dorsal?
No, gracias...
...¿Ser miedoso? ¿Calculador? ¿Cobarde? ¿Tener con mil visitas ocupada la tarde? ¿Utilizar mi pluma para escribir falacias?
No gracias, compañero. La respuesta es: no gracias.
Cantar, soñar, en cambio. Estar solo, ser libre.
Que mis ojos destellen y mi garganta vibre.
Ponerme, si me place, el sombrero al revés,
batirme por capricho o hacer un entremés.
Trabajar sin afán de gloria o de fortuna.
Imaginar que marcho a conquistar la Luna.
No escribir nunca nada que no rime conmigo y decirme, modesto:
ah, mi pequeño amigo, que te basten las hojas, las flores y las frutas,
siempre que en tu jardín sea donde las recojas.
Y si por suerte un día logras la gloria así,
no habrás de darle al César lo que él no te dio a ti.
Que a tu mérito dabas tu ventura, no a medra,
y en resumen, que haciendo lo que no hace la hiedra,
aun cuando te faltare la robustez del roble,
lo que pierdas de grande, no te falte de noble.

Termino finalmente con otra petición: que vuelva la risa como liberador de tensiones. La exigencia y la responsabilidad no han de ser enemigos de las endorfinas que una buena carcajada puede liberar. Entrenamos y jugamos bajo una presión innecesaria que cohibe y limita la creatividad. Cierto es que hoy se mejoró en esta faceta, pero hay mucho más que avanzar, y sinceramente creo que si lo hacemos con un poco de humor, llegaremos más lejos. Eliminarla puede conducirnos a la oscura Edad Media.